martes, 30 de octubre de 2012

Lectora voraz

Ayer me paso algo raro, y eso es lo que quería contarles.
Iba por la calle y sin darme cuenta comencé a leer las cosas. Si. Las cosas.
Y cuando digo cosas no hablo de carteles, libros o patentes. No señor. Hablo de cosas. Cosas cosas. De verdad. Hablo de árboles, de personas y de autos.

Ayer, Con solo verlos pude conocer su historia.

Así me pasó con el árbol de tilo que esta en la puerta de mi edificio. Lo ví y entendí que tenia muchos muchos años allí. Que había sido plantado con la esperanza y el anhelo de que llevara sombra y fresco en los días de verano a una casa. Una casa que ya no está en el barrio, porque claro, ahora alli hay un edificio moderno con muchos ascensores. Y aunuqe el objeto de su cuidado ya no existe, él sigue ahí, ofreciéndonos fresco, sombra y un aroma delicioso por las tardes, a quienes sepamos descubrirlo.
También me paso con Don Antonio, sentado en un banquito, en la vereda. Nadie sabe cuando empezó Don Antonio a sentarse en la vereda, cada tarde despues de la siesta. Algunos dicen que desde siempre. Pero yo digo que no puede ser. Que este buen hombre alguna vez debe haber sido joven, y que quiza le gustaba jugar al futbol con los amigos o ir a la milonga... No es posible que estuviera alli desde siempre... Lo vuelvo a mirar a Don Antonio con mis ojos de lectora y entiendo, que empezó a sentarse allí cuando su esposa se fue al cielo y sus hijos dejaron de visitarlo. Cada dia, despues de su siesta, en invierno mas temprano y en verano un poquito mas tarde, él saca su banquito a la puerta y ahi se queda. Viendo la vida pasar. Saludando a los chicos cuando vuelven de la escuela .Esperando. Siempre esperando. Pobre Antonio. Esta solo. Esta triste. Pero no se queja.
Y lo ultimo que pude leer ayer fue la historia de mis vecinos. El vive en el tercero, y ella en el quinto piso. Son compañeros de jardin. Yo bajaba a comprar el pan y los vi llegar del colegio, con sus guardapolvos cuadrillé, el de él verde y el de ella amarillo. Supuse que estaban en distinta sala, pero no lo sé con seguridad porque no estaba escrito en la historia, creo que porque a ellos no les importaba. Venían de la mano, hablando en un idioma que los grandes ya no comprendemos, y que nos parece un balbuceo. Aunque estaba clarísimo que ellos si se entienden. A la perfección. Miradas sintonizadas y carcajadas acompasadas. No hay dudas. Tienen toda una vida por delante. Juntos. Siempre juntos. Al verlos, con ese amor tan puro y sincero, se me llenó el corazón de felicidad y los ojos de lágrimas.
Y ya no pude seguir leyendo. Porque todos sabemos que con los ojos llenos de lagrimas, no se puede leer.