miércoles, 30 de enero de 2013

8 de Marzo

Salgo apurada a la verdulería antes de que cierre...
Doy vuelta en la esquina y veo charlando, fraternalmente, sentadas en la sillas que el kiosco tiene en la vereda, a la señora que recolecta cartones y a la kioskera, se rien, charlan, si no supiera quienes son, diría que son amigas...
Una le muestra a la otra un catálogo de cosméticos... y se concentran en el tema..
Yo me apuro porque estoy a punto de quedarme sin puré!

8-Marzo-2012

La que sigo siendo...

La casa huele a manzanas asadas, recien hechas...
Igual a cuando las horneaba mi abuela.
Esas manzanas que otrora no me gustaban porque era comida de gente grande, hoy me fascinan.
No señores. No creci. Sigo siendo esa niña.
Y me estoy reconciliando con mi pasado.

3-Agosto-2011

Con los ojos abiertos...

De algún modo nos volvimos más atentos.... y cosas que hace un tiempo se nos escapaban del radar, hoy nos llaman la atención

Como el vecino que se sienta en una esquina, con su andador, y pasa largos ratos allí, mirando la gente, los autos, y saluda cordialmente a cada uno de los que al pasar, se animan a mirarlo a los ojos.

-Má, ahí esta el señor, otra vez,,, Saludemoslo-
-Buen día- le dije
-Buen día, señora - me respondió

Avanzo dos pasos y lo miro a Juan como para decirle... ¿no lo ibas a saludar? pero antes de que abra la boca, me gana de mano, sonríe con una sonrisa amplia y medio hueca producto del recambio de sus caninos y me dice:

-Se puso contento el señor -

lunes, 28 de enero de 2013

44


Lloviznaba. Por suerte el colectivo apareció instantes después de que llegué a la parada. No era la primera de la fila pero tuve la suerte de encontrar un asiento al fondo, justo  el que esta sobre la rueda. Me gusta ese asiento porque es más alto que los demás y me deja mirar a la gente y  ver sus costumbres. Me gusta identificar a los inquietos, los ansiosos, los agotados, los lectores, los desorientados y los que no saben muy bien si realmente tienen ganas de ir a donde están yendo.

Ella estaba sentada en el primer asiento detrás del conductor, justo ese que  en los nuevos coches te hace viajar de espaldas, y que en este caso la dejaba frente a mí.  Tenía unos diecisiete años, una campera de cuero, el pelo aún húmedo y  las piernas reposadas sobre el asiento de al lado en una actitud de  distensión que contrastaba fuertemente con sus hombros contraídos y el enojo de su cara.
Estaba hablando por teléfono. Y aunque estaba enojada a mi me pareció que tenia una mirada frágil y triste, como a punto de quebrarse en mil pedazos. Me llamó tanto la atención que quede absorta en su historia. Y la verdad que esta vez poco puedo contarles de los demás pasajeros. Intentaba hablar con alguien pero era claro que desde el otro lado no la estaban escuchando, o no le daban el espacio.
“Yo sé que me equivoque, Mama, estoy tratando de que podamos hablar”  alcancé a escuchar cuando el motor del colectivo suavizo su sonido en un semáforo en rojo.
Que difíciles somos las madres atiné a pensar, antes de ver como  ella cerraba el teléfono con un bufido.  El aparato debe haberle sonado casi inmediatamente, porque lo miró,  puso los ojos  en blanco y sopló con furia el mechón de flequillo que le tapaba uno de sus ojos…
Atendió a desgano, la charla duro unos instantes y nuevamente la interrumpió con enojo.
No había dudas , era su mama que evidentemente tenia mucho mas por decirle.
La vi derrumbarse, frente a mi, en el asiento de un colectivo. Parecía que el mundo se escurría bajo sus pies y nada podía  hacer frente al terremoto maternal que la atormentaba.
Estuve a punto de levantarme y abrazarla justo cuando alzó la mirada y descubrió una cara conocida que le sonreía. Su amiga se acercó y ella, en un gesto espontaneo, corrió los pies del asiento.  Hablaron durante un par de cuadras y otra vez un semáforo en  rojo, esta vez en Elcano y  De los Incas, me dejó escuchar una voz  suave y cantarina que le decía “Necesitas un abrazo”.

El colectivo arrancó bruscamente pero no les importó. Una sufría y la otra estaba ahí atenta y dispuesta a confortarla. Unas pocas paradas después, una de ellas, no importa cual, se bajo del colectivo.  Y yo me quedé muy contenta de haber descubierto que la magia viaja en el 44.

Cuida de mí...

-No estés ahí, ponete aquí, a la sombra.. Asi.. debajo del  árbol-
-No toques la baranda, que esta sucia -
-Juli, ¿a donde vas? vení acá, parate en este escalón, agarrate de la baranda, no te vayas a caer...


Llevo escuchando a esta abuela, tres veces a la semana, durante casi un mes.
Una de sus nietas, comparte la clase de natación con mi hijo, y la otra, que es mas pequeña aun no puede entrar al natatorio...

Me impresionó mucho el modo en el que esta mujer no podía relajarse ni un instante, ni siquiera cuando esta nena, una morocha preciosa de pelo largo y super enrulado, obedecia docilmente.

Llevo casi un mes observandola y preguntandome que mas hay alli.
Porque no somos quienes somos azarosamente, no señor. Somos el resultado de nuestras vivencias y nuestras decisiones.

Hoy llegó tarde y se puso a contarme que le pasó...

El médico que atiende a su esposo en su casa, se demoró un poco, y la enfermera que la ayuda a cuidarlo durante el día está de vacaciones. Se atrasó todo y su nieta llegó 10 minutos tarde a la clase, pero llegó.

Y ahí la vi, a ella, no a la mujer de la coraza que iba y venia y cada dos minutos impartía una orden. No. Vi a Beatriz, con sus ojos cansados, rodeados de arrugas, intentando seguir adelante con todo, cuidando y protegiendo a su familia y tambien, pidiendo a gritos, que alguien, algun dia, cuide un poquito de ella.