jueves, 18 de agosto de 2016

La puerta


A veces pierdo los sentidos 
pensando el tiempo de partir, 
no quiero irme de este mundo 
con mil cosas por decir. 

-Abel Pintos -


Recién hoy, al hablar con ella, mi amiga de siempre, supe que tenia que escribir sobre la puerta.
En honor a la verdad hay poco, muy poco que contar.

Un frente de vereda desatendido, un portón que jamás vi abierto, una puerta metálica pintada con antioxido y una verja supongo que para poder abrir sin tener que salir o sin que nadie pueda entrar, quien sabe... Un paredon sin revoque y al costado, una  ventana con postigos metálicos, siempre cerrados pero por los que se percibe un vidrio, quizá sucio quizá pintado y al fondo una luz encendida, siempre encendida.
En los trece años que llevo viviendo en el barrio y pasando desde siempre frente a ella varias veces al dia para llevar y traer a Juan del cole, son pocas, poquísimas  las veces que vi entrar o salir alguien de allí.
Es extraño el modo en el que no ver algunas cosas pueden hacernos intuir otras.

Dos casas al costado vive una pareja mayor, tienen un gato al que le gusta tomar siestas al sol y al   que cuando le hablas, sabe desplegar una mirada de galán de telenovela que impresiona, y se hace el desentendido. Esta pareja también tienen una perra vieja, super vieja , a la que le cuesta tantisimo dar la vuelta a la manzana pero que no se da por vencida. Algunas veces salen a pasearla junto a dos nenes, que supongo que son los nietos. Me da ternura el modo en que los chiquitos palmean y vitorean cada paso de esta viejita. Los veo y pienso que me hubiera encantado crecer con un perro a mi lado. Aunque quizá, de haber tenido siempre una compañía animal, no sabría valorar lo que significan.

Del otro lado de la puerta vive una pareja joven, con niños y un boxer cachetón que ladra por diversión y que todos sabemos que es pura espuma. No siempre esa casa fue de ellos, antes, vivió allí un matrimonio mayor con tres cockers guardianas que te hacían pasar rapidito para no desatar el concierto de ladridos. Las perras poco a poco se fueron yendo y un dia, sin demasiado protocolo, la casa cambio de dueños.

Es una cuadra, que sin dudas me resulta conocida, sin embargo, esa puerta bordó, siempre cerrada, me inquieta,y de un tiempo a esta parte, me apena.

No puedo dejar de inventar mil historias. Sé que hay niños allí, porque de tanto en tanto algún señor cruza con un niño al kiosko, sin embargo, nunca logre verlos con un guardapolvo ¿vivirán allí esos niños? ¿irán al colegio?
Se que hay mujeres, o las hubo porque alguna vez las vi entrar o salir, siempre acompañadas de un señor que no necesariamente es el mismo y con bolsas y bolsas de verduras como para preparar sopa para un batallón. ¿Viviran ellas allí también? ¿y esa luz siempre prendida? ¿por que no abrir la ventana?

Después de tantos informes televisivos mi mente, a la que siempre le gusta pensar que cada cosa debe tener una historia y si es posible, una buena historia, esta casi convencida de que es un taller clandestino. Sobre todo desde el allanamiento. Policías por doquier, caballeros con trajes y carpetas en mano y la puerta abierta.... la doble puerta abierta...
La de verjas abierta hacia afuera, la otra abierta hacia adentro. Era mi oportunidad. Aminoré el paso  y giré la cabeza para mirar por fin que había allí, mi corazón palpitaba a mil, como si fuera yo la que no tiene documentos.
Me hubiera gustado ver algo, pero para mi sorpresa solo se veía un corto  pasillo y una improvisada pared de ladrillos a pocos metros de la entrada, como si en algún momento hubieran construido una tapia para que las fisgonas como yo no puedan ver que hay, o que no hay...

Hoy hablando con mi amiga salio el tema de esta puerta que existe y que es casi infranqueable y no pude evitar pensar en mis hermosas libertades, que tan por sentado doy siempre. En la infancia feliz de mi hijo, con acceso a una formación multidisciplinaria para cubrir sus muchos y simpáticos intereses. En mi hija mayor y su libertad de mujer adulta y emancipada.

Vuelvo a pensar en esa puerta, que no se oxida ni se abre. En las vidas distintas y sin tantas oportunidades que casi con seguridad viven y sobreviven del otro lado.
Pienso en la verja y la ventana cerrada y pienso en esa luz que no se apaga nunca.
Pienso y pienso...
Es solo una puerta.
Solo una puerta que pasa desapercibida y yo la dueña de una cabecita a la que le encanta inventar historias.