Hay un instante, minusculo, casi imperceptible donde todo cambia.
Donde ya no alcanza mirar hacia el costado tratando de ignorar el dolor ajeno.
Donde cerrar los ojos no impide ver la tristeza del prójimo.
Donde, inevitablemente, y para siempre uno toma consciencia de que es responsable, de algun modo, de intentar hacer del mundo un lugar mejor.
domingo, 6 de octubre de 2013
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