Hay un instante, minusculo, casi imperceptible donde todo cambia.
Donde ya no alcanza mirar hacia el costado tratando de ignorar el dolor ajeno.
Donde cerrar los ojos no impide ver la tristeza del prójimo.
Donde, inevitablemente, y para siempre uno toma consciencia de que es responsable, de algun modo, de intentar hacer del mundo un lugar mejor.
domingo, 6 de octubre de 2013
sábado, 23 de marzo de 2013
Primer día de clase. (Billiken #4853)
Primer día de clases
Volvió a sacar todo de la cartuchera. Necesitaba repasar la lista una vez más. Agarró el papel celeste que había preparado su mamá y repitió:
—12 lápices de colores ..Si, son estos…1 lapicera pluma, listo...y dos cartuchos de repuesto, Listo también... 1 goma de borrar, Acá está… Tijera…—
En este momento Santi se quedó pensando. Él ya había probado la tijera nueva en el control anterior, y le pareció que no cortaba bien.
—Esta no me convence..., — dijo... y fue a pedir consejo
—“Mamá ¿Qué tijera llevo? ¿La nueva? Que me parece que no corta prolijo ¿O la del año pasado que cortaba tan bien que la seño de Tecnología me puso un sobresaliente en el collage?”—
La mamá contó hasta tres y con la voz más calma que logró dijo:
—“La que te parezca mejor, hijo,”
Y Santi se fue pensando, si cambiaba o no la tijera.
Volvió a sacar todo de la cartuchera. Necesitaba repasar la lista una vez más. Agarró el papel celeste que había preparado su mamá y repitió:
—12 lápices de colores ..Si, son estos…1 lapicera pluma, listo...y dos cartuchos de repuesto, Listo también... 1 goma de borrar, Acá está… Tijera…—
En este momento Santi se quedó pensando. Él ya había probado la tijera nueva en el control anterior, y le pareció que no cortaba bien.
—Esta no me convence..., — dijo... y fue a pedir consejo
—“Mamá ¿Qué tijera llevo? ¿La nueva? Que me parece que no corta prolijo ¿O la del año pasado que cortaba tan bien que la seño de Tecnología me puso un sobresaliente en el collage?”—
La mamá contó hasta tres y con la voz más calma que logró dijo:
—“La que te parezca mejor, hijo,”
Y Santi se fue pensando, si cambiaba o no la tijera.
Tener la
cartuchera lista, lo hacía sentir seguro. Pensaba que no iba a ser un año fácil y había que estar todo lo
preparado que fuera posible.
Sentía que si tenía bien la cartuchera todo saldría bien. En realidad, esas cosas eran lo único que él podía controlar.
Sentía que si tenía bien la cartuchera todo saldría bien. En realidad, esas cosas eran lo único que él podía controlar.
La mama
de Santi había hecho un esfuerzo enorme por complacerlo en el armado de la
mochila, habían elegido juntos cada uno de los útiles que se pedían en la lista
de materiales y este año, ella no le había pedido que reciclara ninguna
carpeta, así que todo era nuevo y a estrenar, todo menos la tijerita plateada.
El verano
había sido eterno. Había pensado una y mil veces como serían sus nuevos
compañeros. La idea de ir al cole solo a la tarde le gustaba, pero no
hacía desaparecer la ansiedad que recorría su cuerpo cada vez
que pensaba en el recreo y en los juegos.
La
directora de la escuela parecía buena. Ya le había contado quienes serían sus
compañeros, cuales eran los horarios de
los recreos y que días tendrían gimnasia.
Lo que de verdad lo tenía nervioso a Santi no
era el cambio de cole, porque en definitiva pensaba que no iba a tener
que madrugar y le parecía genial. Tampoco le preocupaba no
ver a sus amigos porque sus papás y los de ellos habían prometido que se
seguirían viendo y ellos nunca mentían. Los días pasaban y no podía dejar de
pensar en el primer recreo.
Le quitaba el sueño y lo hacía revisar la cartuchera una y otra vez, se había probado el uniforme unas cuantas veces y había tenido el recaudo de elegir los zapatos que le parecieron más cancheros. Pero nada terminaba de tranquilizarlo.
Le quitaba el sueño y lo hacía revisar la cartuchera una y otra vez, se había probado el uniforme unas cuantas veces y había tenido el recaudo de elegir los zapatos que le parecieron más cancheros. Pero nada terminaba de tranquilizarlo.
Llegó el
primer día de clases, se despertó temprano y desayunó un jugo de naranja y
medialunas. Después se bañó, se perfumó y repasó la mochila una vez más,
con especial atención. Era la última oportunidad de notar un error.
A las
doce la mamá lo llamó a comer pero casi
no probó bocado, en parte por los nervios y en parte porque no estaba
acostumbrado a almorzar tan temprano.
La cuenta
regresiva estaba en marcha. Seguía
preocupado por el primer recreo, como si fuese una bomba que debía desactivar.
Llegaron
al cole, formaron, la directora les dio la bienvenida, cantaron el himno
y luego cada grado se fue a su aula seguido por una bandada de papás
alborotados flameando cámaras de fotos por aquí y por allá.
Saludos,
besos, abrazos, últimas recomendaciones... y a empezar...
La
maestra les habló un rato, algunos chicos hablaron de sus vacaciones y de que
querían que el recreo empezara lo antes posible, Miró su reloj y vio que solo
faltaban 20 minutos para el temido momento de la verdad... ¿y si ni siquiera le
preguntaban si le gustaba el fútbol? ¿y si la cosa era aún más difícil y lo
ponían directamente a jugar?
Estaba
pensando en eso cuando descubrió que la maestra, Elena, estaba explicando que este año usarían
carpeta para algunas actividades y que
tenían un nuevo compañero, llamado Santiago, y le hizo una seña para que se presentara...
Él, con
los cachetes recontracolorados levantó la mano y les dijo:
—Hola, Soy Santi —
—Hola, Soy Santi —
Sonó el
timbre. Había sido salvado de tener que
presentarse frente a los compañeros pero lo enfrentaba con su miedo más grande. El primer recreo había llegado.
Vio como tres chicos, liderado por uno que era más alto que el resto de la clase se acercaba hacia él.
Vio como tres chicos, liderado por uno que era más alto que el resto de la clase se acercaba hacia él.
—Estoy frito —pensó
Ya casi estaba dispuesto a
responder “No gracias, no me gusta el fútbol” cuando el más flaquito con anteojos le dijo:
—Hola, Soy Tomy, Rosa, tiene helados, ¿Venís a buscar uno?—
A Santi no le salían las palabras y cuando pudo, preguntó
—¿Quién es Rosa?
— La señora del kiosco —dijo el trío casi al unísono
–¿Tenés 2 pesos? Dale, vamos…—dijo uno de los chicos.
—Hola, Soy Tomy, Rosa, tiene helados, ¿Venís a buscar uno?—
A Santi no le salían las palabras y cuando pudo, preguntó
—¿Quién es Rosa?
— La señora del kiosco —dijo el trío casi al unísono
–¿Tenés 2 pesos? Dale, vamos…—dijo uno de los chicos.
—Sí , tengo— dijo Santiago, y
palmeó con alivio el bolsillo de la chomba donde tenía el dinero que le había
dado su mamá.
Y ahí se
fueron. Viejos y nuevos, altos y bajitos, todos apurados por saludar a
Rosa y por pedirle helados de frutilla
para sobreponerse al duro golpe de empezar las clases otra vez...
El helado estaba riquísimo pero el calor lo derretía rápido.
Cuando sonó el timbre la maestra los
mandó a lavarse las manos, corrieron y se reían porque tenía razón se les iban
a quedar pegadas las primeras hojas del cuaderno nuevo.
Llegaron
últimos al aula y apenas se habían sentado cuando entró el maestro nuevo a
contarles que les enseñaría inglés.
Santi
sonrió. Ya nada le preocupaba. El primer recreo había pasado y el cole nuevo le
gustaba.
miércoles, 30 de enero de 2013
8 de Marzo
Salgo apurada a la verdulería antes de que
cierre...
Doy vuelta en la esquina y veo charlando, fraternalmente, sentadas en la sillas que el kiosco tiene en la vereda, a la señora que recolecta cartones y a la kioskera, se rien, charlan, si no supiera quienes son, diría que son amigas...
Una le muestra a la otra un catálogo de cosméticos... y se concentran en el tema..
Yo me apuro porque estoy a punto de quedarme sin puré!
8-Marzo-2012
Doy vuelta en la esquina y veo charlando, fraternalmente, sentadas en la sillas que el kiosco tiene en la vereda, a la señora que recolecta cartones y a la kioskera, se rien, charlan, si no supiera quienes son, diría que son amigas...
Una le muestra a la otra un catálogo de cosméticos... y se concentran en el tema..
Yo me apuro porque estoy a punto de quedarme sin puré!
8-Marzo-2012
La que sigo siendo...
La casa huele a manzanas asadas, recien hechas...
Igual a cuando las horneaba mi abuela.
Esas manzanas que otrora no me gustaban porque era comida de gente grande, hoy me fascinan.
No señores. No creci. Sigo siendo esa niña.
Y me estoy reconciliando con mi pasado.
3-Agosto-2011
Igual a cuando las horneaba mi abuela.
Esas manzanas que otrora no me gustaban porque era comida de gente grande, hoy me fascinan.
No señores. No creci. Sigo siendo esa niña.
Y me estoy reconciliando con mi pasado.
3-Agosto-2011
Con los ojos abiertos...
De algún modo nos volvimos más atentos.... y cosas que hace un tiempo se nos escapaban del radar, hoy nos llaman la atención
Como el vecino que se sienta en una esquina, con su andador, y pasa largos ratos allí, mirando la gente, los autos, y saluda cordialmente a cada uno de los que al pasar, se animan a mirarlo a los ojos.
-Má, ahí esta el señor, otra vez,,, Saludemoslo-
-Buen día- le dije
-Buen día, señora - me respondió
Avanzo dos pasos y lo miro a Juan como para decirle... ¿no lo ibas a saludar? pero antes de que abra la boca, me gana de mano, sonríe con una sonrisa amplia y medio hueca producto del recambio de sus caninos y me dice:
-Se puso contento el señor -
Como el vecino que se sienta en una esquina, con su andador, y pasa largos ratos allí, mirando la gente, los autos, y saluda cordialmente a cada uno de los que al pasar, se animan a mirarlo a los ojos.
-Má, ahí esta el señor, otra vez,,, Saludemoslo-
-Buen día- le dije
-Buen día, señora - me respondió
Avanzo dos pasos y lo miro a Juan como para decirle... ¿no lo ibas a saludar? pero antes de que abra la boca, me gana de mano, sonríe con una sonrisa amplia y medio hueca producto del recambio de sus caninos y me dice:
-Se puso contento el señor -
lunes, 28 de enero de 2013
44
Lloviznaba. Por suerte el colectivo apareció instantes después de que llegué a la parada. No era la primera de la fila pero tuve la suerte de encontrar un asiento al fondo, justo el que esta sobre la rueda. Me gusta ese asiento porque es más alto que los demás y me deja mirar a la gente y ver sus costumbres. Me gusta identificar a los inquietos, los ansiosos, los agotados, los lectores, los desorientados y los que no saben muy bien si realmente tienen ganas de ir a donde están yendo.
Ella estaba sentada en el primer asiento detrás del conductor, justo ese que en los nuevos coches te hace viajar de espaldas, y que en este caso la dejaba frente a mí. Tenía unos diecisiete años, una campera de cuero, el pelo aún húmedo y las piernas reposadas sobre el asiento de al lado en una actitud de distensión que contrastaba fuertemente con sus hombros contraídos y el enojo de su cara.
Estaba hablando por teléfono. Y aunque estaba enojada a mi me pareció que tenia una mirada frágil y triste, como a punto de quebrarse en mil pedazos. Me llamó tanto la atención que quede absorta en su historia. Y la verdad que esta vez poco puedo contarles de los demás pasajeros. Intentaba hablar con alguien pero era claro que desde el otro lado no la estaban escuchando, o no le daban el espacio.
“Yo sé que me equivoque, Mama, estoy tratando de que podamos hablar” alcancé a escuchar cuando el motor del colectivo suavizo su sonido en un semáforo en rojo.
Que difíciles somos las madres atiné a pensar, antes de ver como ella cerraba el teléfono con un bufido. El aparato debe haberle sonado casi inmediatamente, porque lo miró, puso los ojos en blanco y sopló con furia el mechón de flequillo que le tapaba uno de sus ojos…
Atendió a desgano, la charla duro unos instantes y nuevamente la interrumpió con enojo.
No había dudas , era su mama que evidentemente tenia mucho mas por decirle.
La vi derrumbarse, frente a mi, en el asiento de un colectivo. Parecía que el mundo se escurría bajo sus pies y nada podía hacer frente al terremoto maternal que la atormentaba.
Estuve a punto de levantarme y abrazarla justo cuando alzó la mirada y descubrió una cara conocida que le sonreía. Su amiga se acercó y ella, en un gesto espontaneo, corrió los pies del asiento. Hablaron durante un par de cuadras y otra vez un semáforo en rojo, esta vez en Elcano y De los Incas, me dejó escuchar una voz suave y cantarina que le decía “Necesitas un abrazo”.
El colectivo arrancó bruscamente pero no les importó. Una sufría y la otra estaba ahí atenta y dispuesta a confortarla. Unas pocas paradas después, una de ellas, no importa cual, se bajo del colectivo. Y yo me quedé muy contenta de haber descubierto que la magia viaja en el 44.
Cuida de mí...
-No estés ahí, ponete aquí, a la sombra.. Asi.. debajo del árbol-
-No toques la baranda, que esta sucia -
-Juli, ¿a donde vas? vení acá, parate en este escalón, agarrate de la baranda, no te vayas a caer...
Llevo escuchando a esta abuela, tres veces a la semana, durante casi un mes.
Una de sus nietas, comparte la clase de natación con mi hijo, y la otra, que es mas pequeña aun no puede entrar al natatorio...
Me impresionó mucho el modo en el que esta mujer no podía relajarse ni un instante, ni siquiera cuando esta nena, una morocha preciosa de pelo largo y super enrulado, obedecia docilmente.
Llevo casi un mes observandola y preguntandome que mas hay alli.
Porque no somos quienes somos azarosamente, no señor. Somos el resultado de nuestras vivencias y nuestras decisiones.
Hoy llegó tarde y se puso a contarme que le pasó...
El médico que atiende a su esposo en su casa, se demoró un poco, y la enfermera que la ayuda a cuidarlo durante el día está de vacaciones. Se atrasó todo y su nieta llegó 10 minutos tarde a la clase, pero llegó.
Y ahí la vi, a ella, no a la mujer de la coraza que iba y venia y cada dos minutos impartía una orden. No. Vi a Beatriz, con sus ojos cansados, rodeados de arrugas, intentando seguir adelante con todo, cuidando y protegiendo a su familia y tambien, pidiendo a gritos, que alguien, algun dia, cuide un poquito de ella.
-No toques la baranda, que esta sucia -
-Juli, ¿a donde vas? vení acá, parate en este escalón, agarrate de la baranda, no te vayas a caer...
Llevo escuchando a esta abuela, tres veces a la semana, durante casi un mes.
Una de sus nietas, comparte la clase de natación con mi hijo, y la otra, que es mas pequeña aun no puede entrar al natatorio...
Me impresionó mucho el modo en el que esta mujer no podía relajarse ni un instante, ni siquiera cuando esta nena, una morocha preciosa de pelo largo y super enrulado, obedecia docilmente.
Llevo casi un mes observandola y preguntandome que mas hay alli.
Porque no somos quienes somos azarosamente, no señor. Somos el resultado de nuestras vivencias y nuestras decisiones.
Hoy llegó tarde y se puso a contarme que le pasó...
El médico que atiende a su esposo en su casa, se demoró un poco, y la enfermera que la ayuda a cuidarlo durante el día está de vacaciones. Se atrasó todo y su nieta llegó 10 minutos tarde a la clase, pero llegó.
Y ahí la vi, a ella, no a la mujer de la coraza que iba y venia y cada dos minutos impartía una orden. No. Vi a Beatriz, con sus ojos cansados, rodeados de arrugas, intentando seguir adelante con todo, cuidando y protegiendo a su familia y tambien, pidiendo a gritos, que alguien, algun dia, cuide un poquito de ella.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)